- Perdón. ¿Puedo sentarme aquí, contigo, a terminar esta cerveza?
+ Sí, claro.
- Mi nombre es Alejandro.
+ Ah.
- Alejandro Barquero.
+ Está bien. Yo soy Estela.
- Estaba en el otro extremo del café. No sé. Te vi tan sola.
+ Me gusta estar sola.
- ¿Siempre?
+ No, siempre no. Hay días. ¿No te ocurre que de pronto te vienen ganas de hacer balance contigo mismo?
- A veces. Pero por lo general de noche. Mi problema es que padezco insomnio.
+ De noche prefiero dormir.
- Yo también. Pero no siempre puedo.
+ ¿Mala conciencia?
- No. ¿Acaso tengo aspecto de delincuente o de violador?
+ De violador, no.
- ¿De delincuente?
+ Vaya una a saber. No hace diez años que nos conocemos, sino cinco minutos.
- ¿Siempre estás así, a la defensiva?
+ Hay que cuidarse.
- ¿Venís a menudo a este café?
+ Dos o tres veces por semana.
- ¿Trabajas por aquí cerca?
+ Si el interrogatorio va a continuar de esta guisa, reclamo presencia de mi abogado.
- ¿De esta guisa? ¡Qué léxico! Me gusta que tengas sentido del humor.
+ Y vos ¿qué hacés?
- Traduzco.
+ ¿Del inglés?
- También del inglés. Pero sobre todo del francés y del italiano. Y además soy soltero en español.
+ ¿Me hacés confidencias para que yo te haga las mías?
- No sabía que la soltería era una confidencia. Más bien creía que era un estado civil.
+ Yo no soy soltera. Estoy separada.
- ¿Y qué tal?
+ ¿Qué tal qué?
- ¿Cómo te sentís en el nuevo estado?
+ No tan nuevo. Hace un año me separé. Ahora ya me acostumbré, pero al principio fue duro.
- No te pregunto si vivís sola, porque vas a pegar la espantada.
+ ¿Por qué? Vivo sola, claro.
- ¿Y tu familia?
+ Me queda poca. Mi vieja vive en Brasil, con mi hermano. Mi viejo se quedó en un infarto. Tengo una hermana, casada con un gringo, que reside en Los Angeles. Y se acabó.
- ¿Qué hora es?
+ Las seis y veinte.
- Caramba. Tenía que estar a las seis en el Centro. Pero no importa. Total, ya no llego. Ni en taxi. Lo que pasa es que mi reloj está peresozo. ¿Ves que marca las cinco y diez? Además, no he perdido el tiempo. Me gustó conocerte.
+ ¿Conocerme? Mucho no hemos hablado.
- Lo suficiente. Y una relación no sólo se construye con palabras. También hablan los ojos ¿no?
+ Ajá. ¿Y se puede saber qué te dijeron mis ojos?
- Reservado.
+ Te gusta el cachondeo ¿eh?
- Me gusta pasarla bien.
+ A costa de esta servidora.
- ¿Se puede saber qué edad tenés?
+ No se puede.
- Representás veintitrés.
+ Frío, frío.
- Yo tengo veinticinco.
+ Pues representás veinticuatro y medio.
- Esta vez te haré una pregunta que requiere una respuesta franca.
+ Venga.
- ¿Te caigo bien?
+ ¿En qué sentido?
- Vertical. Horizontal. El que prefieras.
+ Digamos que sí. Aunque no sé por qué.
- ¿Te lo explico?
+ No, por favor. No soporto la vanidad masculina cuando se desata espontáneamente.
- ¿No te parece como si nos conociéramos desde hace años?
+ ¿Años? No. Me parece como si nos conociéramos desde hace veintiocho minutos.
- ¿Alguien te dijo alguna vez que irradiás una simpatía tan fuerte que a uno lo marea?
+ Bueno, una vez un muchacho me dijo que mi simpatía lo emborrachaba.
- ¿Ves? Es así nomás. Y fíjate que ni siquiera te he tocado una mano.
+ Ni te atrevas.
- ¿No me das permiso?
+ Claro que no. Apenas si autorizo a mi mano a tocar la tuya.
- Bárbaro.
+ Tenés una piel suave. Interesante. Se ve que nunca fuiste obrero.
- ¿Y esta cicatriz en la muñeca?
+ Ah sí. Con ese detalle ya lo sabés todo de esta joven marquesa. Hace dos años intenté matarme.
- ¿Y qué pasó?
+ Me salvaron. Unas vecinas. Lo bien que hicieron. Estoy contenta de seguir vivita y coleando.
- ¿Mal de amores?
+ No. Falta de amores. Vacío de amores.
- ¿Droga quizá?
+ Nada de eso. Ni siquiera fumo. Casi no tomo alcohol. ¿Vos nunca quisiste suicidarte?
- Soy demasiado pelotudo para tomar una decisión tan laboriosa.
+ Ya me dijiste que sos soltero en español. Pero ¿tenés mujer, compañera, amante o noviecita?
- Nada, mi niña. Llevo tres meses y medio de virginidad sabática.
+ Entonces voy a hacerte una confesión que confío aprecies en toda su buena fe.
- Así será.
+ Y en toda su inocencia.
- Soy todo orejas.
+ Quizá te parezca extraño, pero tengo ganas de verte desnudo.
Mario Benedetti