25/02/08
"Te despediste de mí como si alguna vez lo hubiéramos planeado. Tenías todas las palabras ordenadas, exactas y certeras. Apuntaste donde más supiste, y en el silencio pasmódico que me dejaste no pude reaccionar. Estaban en tus puñales cada detalle olvidado, cada herida que juntos creímos haber sanado. Que al menos yo creí.
Pero te olvidaste de las promesas que nos hicimos, de todo el tiempo que nos juramos amarnos. De desterrar la soledad que nos aprisionaba. Habíamos creado un mundo de quimeras donde tú me salvabas y yo te generaba las ganas de hacerlo... éramos uno. Y ahora veo que no éramos nada.
Que solo era yo imaginándote de otra forma. Idealizando tus errores para no verte partir. Y en esas equívocas ganas, se me pasó de largo el detalle de que no me amabas. De que solo me necesitabas. Pero cuando toda la tormenta pasó y la sonrisa volvió a tus labios, fue tiempo de seguir. De continuar con la vida que habías varado.
Y aquí quedé yo, con tus cartas entre mis manos. Con las memorias de un tiempo feliz que fue inventado, y que a pesar de lo certero que lo sentí... hoy no es nada. Solo la lejana historia que se terminó.
No te culpo, porque culparte sería desquitarme con vos por esta angustia que se vuelve cada vez más habitual. Sería asesinar la vergüenza de no haber aceptado que vos tampoco pensabas en mí como me hubiera gustado que lo hicieras. Y después uno se da cuenta que no sirve, que no termina nunca la manía de enloquecer por el olvido. Porque uno termina olvidándose a sí mismo, uno termina creyendo que por algo somos nada.
Como han dicho por ahí... "tanto le pega el dueño a su perro, que el perro termina creyendo que hizo algo malo", y tal vez el tiempo de oportunidades ya se disolvió. Quizás solo queda el castigo eterno por haber dejado pasar la vida más de una vez, por habernos dejado pasar a nosotros mismos. Por saber que en vos vi toda mi vida, y ahora no puedo ver nada. Porque te perdí. Porque me perdí."